Rollo y flashazo: Celia Franco/De Peso
CIUDAD DE MEXICO.- Él tiene 83 años, ella seis menos. El sueño de don Juan Pech Zapata era irse a los Estados Unidos a trabajar en la construcción de la red ferroviaria pero un documento que no llevaba consigo le truncó ese anhelo, así que en el año de 1958 se instaló en la Capital del país con la intención de lograr una mejor calidad que la que tenía en su natal Temax.
Durante esos años hizo de todo un poco hasta que se unió a las filas de Aeromexico, de donde se pensionó. A los 10 años de estar en la ahora Ciudad de México, regresó a su pueblo para disfrutar de la fiesta patronal. Ahí se reencontró con Margarita Ayala, él no la recordaba pues cuando salió de Temax ella era una niña; sin embargo, la dama de inmediato se sintió algo por él.
Ese mismo año, don Juan regresó dos veces más a su pueblo para ver a Margarita, en la tercera visita le pidió matrimonio, se casaron y se la llevó a la Capital en donde han hecho su vida.
«Cuando llega la feria –Semana de Yucatán en México- venimos dos o tres veces porque vivimos lejos de aquí, pero nos encanta pasar el día aquí, nos sentimos en nuestra tierra. Vamos aunque sea una vez al año pero siempre se extraña», dijo ella.
«Yo lo que más extraño es el mondongo, no sé por qué no lo traen. También me acuerdo del caimito, la anona; la fruta de mi Yucatán es tan deliciosa», comentó don Juan.
A pesar de tener el apoyo de sus tres hijos y el cuidado de sus nietos, ellos siguen trabajando los fines de semana vendiendo cochinita en un deportivo por la avenida Oceanía, ya que –aseguraron- la única manera de seguir al cien por ciento es estar activos y ganarse sus propios pesos. La feliz pareja también va a clases de baile y son parte de un grupo que organiza paseos y eventos para entretenerse.
