Pecho a pechito: “Tú, Gobernador, nos caes bien, los demás, no”

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Rollo: El Boffas
MÉRIDA, Yuc.- Sucedió hace una semana. Unos brincaron de alegría y otros cayeron en la más profunda tristeza y, chance, hasta coraje.

Pero alrededor del 75 por ciento de más de un millón 500 mil potenciales votantes en Yucatán salieron masivamente a las urnas y sufragaron por sus respectivos “ya saben quiénes”.

Aparte del ámbito federal donde no hubo la menor duda de que Andrés Manuel López Obrador, amo y señor de Morena, se transformó en un “tsunami electoral” que arrasó en casi todo el país y, por ende, su triunfo fue inobjetable con más de 30 millones de votos, en Yucatán la situación tampoco estuvo exenta del común denominador: la debacle del PRI, la amargura de Acción Nacional y el alza de los bonos “morenistas”.

¿Qué sucedió realmente en Yucatán? Hay muchas hipótesis. Y las vamos a mencionar en primera persona –casi nunca utilizó esta figura gramatical- para que sepan lo que, humildemente, estimo aconteció. Veamos.

En primera instancia, uno de los grandes perdedores de esta elección es el gobernador saliente Rolando Zapata Bello, calificado a nivel nacional como la autoridad estatal con niveles del 80 por ciento de aceptación, a pesar de representar la bandera priísta. Y eso es decir bastante porque el tricolor, en los recientes dos años, tuvo en varios ex gobernadores –Javier Duarte, Veracruz, y Roberto Borge, Quintana Roo, sólo por dar ejemplos- a la peor corruptela política.

Sí, en efecto, pero Rolando –dicen los entendidos- no supo calcular el potencial vendaval que se asomaba con la brisa de Morena y se montó en su macho de hablar con el presidente Enrique Peña Nieto y pedirle autoridad total para ser el gran elector de su Estado. Quique Peña se lo concedió y ¿saben por qué? Simple. El mandatario federal tenía un cálculo aproximado de lo que podía representar una eventual derrota del PRI en Yucatán y que tampoco afectaría mucho a José Antonio Meade; en otras palabras, a la Presidencia le importaba casi nada la tierra del Mayab en materia de votos.

Zapata Bello, con el aval presidencial, optó por sus mejores cartas de la baraja política: Mauricio Sahuí Rivero, a la gubernatura, y Víctor Caballero Durán, a la alcaldía de Mérida. Los resultados están a la vista. No hay nada qué justificar.
Pero no todo es la derrota. Qué sucedió finalmente. Simple. Rolo no hizo bien sus estimaciones. La figura de Sahuí era arriesgada por su vinculación con la ex mandataria Ivonne Ortega Pacheco y con otras huestes del tricolor que no podían ver ni en pintura a la nativa de Dzemul, pero Zapata Bello hizo de su ex Secretario de Desarrollo Social su proyecto a mediano y largo plazo. Pero no contó con la astucia de Morena y la inercia de López Obrador, además de que en las filas priístas, la de sus estructuras, había malestar acumulado.

En pocas palabras, a Rolando le dijeron los priístas algo así: “tú, Gobernador, nos caes bien, pero los demás, no”. Dos ejemplos activos: el primero y segundo distritos locales. “Toby” Lara y Vida Gómez en esas demarcaciones, respectivamente, hicieron su lucha pero sus antecesores tenían cuentas pendientes con el electorado. Daniel Granja Peniche, hijo del ex gobernador Federico Granja Ricalde, y Marisol Sotelo, ambos diputados, pero sin aportar nada a la causa tricolor. Granjita desapareció del mapa y Marisol se la pasó jugando su celular tres años en la sede del Poder Legislativo. Se volvieron fantasmas en sus demarcaciones electorales. La reacción fue de castigo. Así de sencillo.

Si bien Sahuí triunfó en los distritos rurales, del VIII al XV, en los de Mérida, del I al VII, su colecta de votos fue muy pobre. ¿Qué onda? Rolo estimó que su amigo de toda la vida política, Víctor Caballero Durán, si no podía triunfar, al menos trataría de levantar la votación y darle un colchón extra al Mauricio priísta. Tampoco fue así. La hipótesis es que Víctor comenzó tarde la campaña, sin muchos recursos o que llegaron de manera tardía y las estructuras del tricolor nunca reaccionaron. Ahora, pensar que
Víctor no sabía cuál era su panorama sería ingenuo. El ex titular de Educación supo bien su papel, sabía que en Mérida los panistas, inconformes o no con sus dirigentes, representan un voto duro, muy duro, pero tampoco esperó un vendaval de sufragios en su contra.
¿Que si cuadros o dirigentes priístas traicionaron a Sahuí y a Víctor? Claro que sí. Pero lo esencial es que esas partes del tricolor se olvidaron de hacer la chamba en el momento adecuado y oportuno. Incluso los operadores de Rolando: fracasaron de cabo a rabo.

¿Que si la inercia de López Obrador iba a repercutir en la votación de Yucatán? ¡Por supuesto! A través de “Huacho” Díaz Mena, ex panista y abanderado de Morena a la gubernatura, se consiguieron más de 230 mil votos y de éstos, por lo menos, 50 mil se le esfumaron al PRI y a Mauricio Sahuí. La resta, originalmente pensada para perjudicar la votación del panista Vila Dosal, no cuadró. Y se le volteó al PRI en casi todas sus instancias. ¿Por qué? La gente, hasta los propios burócratas de filiación priísta, estaba harta del tricolor y de su desempeño a nivel federal. El voto de castigo resultó noqueador. Y en Yucatán, repito, no se votó en contra de Rolando sino en contra de sus decisiones. Pero de que influyó el factor Morena, ¡sin duda!

Y los panistas supieron hacer bien su chamba. Una vez que le dieron jugada a Raúl Paz Alonzo y lo complacieron con su candidatura al Senado de la República, se pusieron las pilas. El voto duro del PAN en Mérida resultó demoledor. Estimaron que “Huacho” Díaz podría darles un bajón en las zonas rurales, pero no en la capital de Yucatán. La labor de Vila al frente de Mérida resultó determinante, además de que la estrategia de mercadotecnia fue de lo mejor. El “producto Vila” se vendió a buen precio y se consumió calientito.

El PRI presume de ganar 58 municipios y la mayoría del Congreso estatal, aparte de cuatro de las cinco legislaturas federales y la primera fórmula del Senado con el “gordito” Marín a la cabeza. Correcto, no es poca cosa. Tendrá margen para la maniobra política y pasará a ser oposición, algo no está en su ADN político. Recuerden la etapa de Patricio Patrón Laviada. El PRI quedó como un “fantasma”. Jorge Carlos Ramírez es, posiblemente, el “campeón sin corona”. Va al Senado y con la única fórmula que ganó en todo el país por el PRI por mayoría de votos. Utilizará sus métodos diplomáticos para tender puentes con López Obrador y compañía.

Y “Huacho” Díaz, de Morena, será el pulso político de AMLO en la Península de Yucatán. No dañó al PAN pero entre las patas se llevó al PRI. En una votación se gana y se pierde. El nativo de San Felipe puede darse por satisfecho, por el momento, y Mauricio Vila tendrá que dialogar con él para las labores de las futuras delegaciones en la entidad. Volverán a verse las caras.

¿Y qué onda con Mauricio Vila? Mucha chamba y algo prioritario: mantener la seguridad de Yucatán. ¿Mantendrá a Luis Felipe Saidén como secretario de Seguridad Pública o echará mano de otra alternativa? De entrada, ésta puede ser una jugada clave para el futuro gobernador: ganarse a los espectadores del PRI y dar un golpe de autoridad empezando su gestión. Él sabrá.

¿Y Rolando Zapata? ¿Lo verán como el villano favorito de la película? Veremos, pronto, cuántas gratitudes e ingratitudes cosechó en la recta final de su mandato.

Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para que la transición gubernamental sea de “terciopelo” y no de cacería de brujas, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

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