Enigmas: el misterioso señor del panteón

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Redacción De Peso
MÉRIDA, Yuc.- El año pasado entrevisté a don Marcial Ku Lavadores, quien por mucho tiempo trabajó en el Cementerio General de Mérida y me contó una anécdota que ocurría con el panteón de la comisaría de Komchén, hasta donde tuvo que viajar para “descubrir un misterio”:

“Hubo un tiempo cuando trabajaba en el Ayuntamiento de Mérida, en el área de panteones en que había que viajar a los cementerios de las comisarías para ver asuntos administrativos o cosas propias relacionadas con cada sitio; entonces me comentaron que en Komchén el nuevo velador había renunciado porque veía a un señor vestido de blanco que pensaban que era un fantasma”.

“Lo raro era que hasta de día lo veían e incluso platicaba con las personas que entraban, pero creo le dio tanto miedo al velador o vio algo que de plano mejor renunció, al principio pensamos que era alguno de los hechiceros que normalmente acuden a los cementerios de los pueblos sin embargo el día que lo logramos ver pudimos incluso acercarnos y descubrir el misterio”.

Orígenes españoles

“Se trataba ni más ni menos que de un “transportador de almas”, lo cual en ese entonces no tenía yo idea de qué era eso, averiguando pude saber que se trata de un empleo que data de más de trescientos años y viene de España, también se practica en México, así como Centro y Sudamérica, pero ¿en qué consiste?

De acuerdo con antiguas creencias, se piensa que cuando una persona fallece, antes de que transcurran 24 horas su alma aún está muy cerca de su cuerpo y para poder cruzar el umbral e irse al cielo en paz, debe recibir la ayuda de una persona viva.

Para eso sirve el “transportador de almas”, quien junto al cuerpo del difunto, ya sea en la casa en donde lo están velando, en la funeraria o en el panteón poco antes del entierro, debe acercarse, mirar a los ojos al occiso (aunque éste los mantenga cerrados tal y como marca la tradición, hacer contacto físico por unos breves segundos (tocarle la mano, el brazo, el hombro, o cualquier parte del cuerpo, no importa que toque su ropa) y hacer una muy breve oración.

De esta forma, las penurias, incertidumbre o miedo se le quitan al difunto en cuestión de segundos y éste ya descansa en paz. A principios del siglo pasado esta tradición era muy arraigada en España y los “transportadores” eran muy requeridos principalmente en los cementerios, pues se afirma que esto es más efectivo que hacerlo en el velorio.

Requisitos

¿Pero quién podría ser un transportador de almas? Evidentemente tal y como en cualquier oficio o trabajo, no puede ser cualquier persona; de entrada debe ser alguien que no le tenga miedo al más allá, que sea fría de carácter (para que no le gane el sentimiento cuando esté ante muchas personas llorando) y también debe saber esa oración secreta.

Algo muy importante también es su extremada discreción, es decir, cuando reciben la llamada de un familiar para que acuda a ver al difunto, este llega de forma desapercibida, con cualquier ropa, y a veces se hace pasar por un familiar o conocido, y como su trabajo requiere a veces menos de dos minutos, basta que en un momento determinado se acerque al féretro para hacer lo que antes señalado y con las mismas se va…

En las ciudades de México, Guadalajara, Tampico y Villahermosa, se tienen antecedentes de estos trabajos, al menos hasta mediados de los ochentas, aunque no hay un registro exacto porque evidentemente no existen sindicatos, ni se anuncian en las páginas del directorio comercial ni en los periódicos.

Sueldo

Quizás usted se esté preguntando cuál es el costo de este peculiar trabajo… pues aquí existe otra peculiaridad que lo hace especial y que en cierta forma le da veracidad al mismo, pues ¡no se cobra nada!

La explicación que se da ante la nula tarifa es que se hace de buena fe, de corazón y que no se debe lucrar con ese don especial que Dios les da a los “transportadores de almas”; antiguamente se sabía que se les “gratificaba” con una taza de café, una comida, o una imagen de algún Cristo o santo, es decir con algo muy simbólico.

El único requisito es que después del trabajo, la o las personas enteradas, cada vez que recen, también den una pequeña oración a favor del “transportador”.

Al principio algunas personas se muestran cerradas para requerir estos servicios, ya que por el dolor de perder a un ser querido o la poca difusión de esta tradición no les permite realizarlo; además de que hay quienes piensan erróneamente que esto está prohibido o va contra la Iglesia. (Esto que se hace es independientemente de los servicios de “santos óleos” o despedida que hacen los sacerdotes al difunto).

El señor que iba cada semana al panteón de Komchén era un “transportador de almas” (vive en Hunucmá) y comentó que para hacer este oficio cada semana debía ir a un camposanto para orar y purificarse y debido a que por cuestiones de trabajo debía ir semanalmente a Komchén, aprovechaba el viaje”.

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