Enigmas: “Cristo de las Ampollas” salvó a un menor

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Jorge Moreno
MÉRIDA, Yuc.- Hablar sobre los milagros es un tema muy polémico, ya que para algunas personas estos no existen y para otros estos se dan “a diario”. Hoy les presentamos el caso de la señora Libia Arjona, oriunda de Tizimin, quien afirma que el Cristo de las Ampollas salvó a su hijo de morir.

Y es que muchos de los santos y vírgenes que se veneran en los municipios de Yucatán tienen historias sorprendentes, milagrosas y hasta paranormales, pero la de doña Libia destaca porque hasta un par de médicos “avalaron” lo que sucedió.

Según cuenta, en el año de 1989 su hijo Adrián tenía 11 años de edad y le detectaron leucemia; ya estaba muy avanzado y los médicos prácticamente lo desahuciaron; sin embargo, ella decidió orar con toda su energía al Santo Cristo de las Ampollas y viajó hasta su santuario ubicado en la población de Ichmul, la cual pertenece al municipio de Tzucacab.

Y por sorprendente que parezca, a las dos semanas su hijo se curó completamente: “Los médicos quedaron sorprendidos, tanto que incluso aceptaron firmar un escrito como testigos del caso para que nosotros lo lleváramos a la Arquidiócesis, ya que queríamos que haya testimonio de este suceso y la gente lo reconozca”.

Cabe mencionar que el Cristo de Ichmul y el Cristo de las Ampollas, aunque son dos Cristos diferentes físicamente, son dos imágenes de igual origen. ¿Cuál es su historia? Se cuenta que hace varios siglos, varios indios y labriegos de la comarca de Ichmul vieron arder en el cercano monte un árbol verde y frondoso sin que éste se consumiese.

Fueron testigos de este hecho todos los moradores de la aldea y de todos los demás lugares circunvecinos, designando la voz común al prodigioso cedro con el nombre de “árbol de luz”.

Se acordó entonces cortar el madero, para hacer una imagen de la Purísima Concepción, pero un tiempo después se presentó en el lugar un peregrino, totalmente desconocido, buscando trabajo como artista escultor, del cual se sirvió inmediatamente el párroco para poner en obra la proyectada efigie, con la diferencia de que ya no fue de la Santa Virgen, sino del Divino Crucificado, que hizo el artista por acuerdo que tuvo con el mismo sacerdote.

Sin herramienta alguna y en sólo un día, la imagen quedó terminada, el escultor desapareció sin cobrar y todos empezaron a decir que en realidad era un ángel; el Cristo no tenía cruz, entonces, los feligreses lo tomaron, armaron la cruz y lo pusieron a la veneración en el templo del pueblo de Ichmul donde se desarrolló su adoración.

Tuvo fama de milagroso, a tal grado que convirtieron ese templo parroquial en un santuario, como si fuese de los más antiguos y célebres, y al concurrir devotos peregrinos atraídos de las diferentes regiones de la Península, aconteció que una noche, envuelta en las llamas de un violento incendio, desapareció toda la iglesia.

La poderosa acción del fuego redujo a cenizas todos los altares, retablos y ornamentos, pero la imagen milagrosa del Crucificado permaneció incombusta en medio de las llamas, la pálida efigie ennegrecida y cubierta de ampollas, pero completa y perfecta; desde entonces comenzó a dársele el nombre de Santo Cristo de las Ampollas tal y como hasta ahora.

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