Fue abandonada por su mamá en un prostíbulo; tenía 14 años

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La menor perdió su virginidad con su novio y por ‘castigo’ su madre la llevó al burdel.

Agencia
COLOMBIA.- Beatriz fue abandonada por su mamá en un prostíbulo a los 14 años, el motivo que impulsó a que su progenitora tomara esta decisión, fue perder la virginidad con el que creyó el amor de su vida, su novio.

Día con día desgarradoras historias evidencian la violencia que se vive en el mundo, un ejemplo de ello es Beatriz Helena Rodríguez Renfigo, quien fue llevada a un burdel por su madre cuando sólo tenía catorce años y vivió más de 20 años saltando de establecimiento de venta de sexo a otro, informó La Neta Noticias.

La mujer colombiana es ahora una de las principales activistas en contra de la prostitución: es directora de una asociación de mujeres productoras de cárnicos del departamento de Caquetá, en el sur de Colombia. Se trata de una organización que ayuda a las mujeres explotadas sexualmente a salir de ese mundo.

Al respecto, sobre su vida pasada, Beatriz narró todo lo que vivió en un congreso internacional sobre prostitución, organizado por la Coalición Contra la Trata de Mujeres y la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

Beatriz refirió que la razón por la que su madre la metió a un prostíbulo fue porque había perdido la virginidad con su novio:

“A mi madre la criaron así, pensando que una señorita que no salía de su casa virgen, casada, vestida de blanco y con mantón largo ya no valía nada. Mi madre consideraba que no podía entregarle a la sociedad a una mujer, una niña, que no estuviera casada, y a mí no me podía entregar casada porque yo ya estaba ‘brinconeando’”.

Debido a lo anterior, la entregó con su tía, la hermana de su papá, que tenía a cargo el burdel. La colombiana contó:

«Mira, aquí está esta muchacha, yo ya no tengo nada que hacer con ella, yo ya le dije, ya la advertí, la aconsejé, pero eso no le vale nada. Así que ahí se la dejo”.

A partir de ese momento comenzaron sus 22 años en ese mundo violento, en donde además tuvo tres hijos, mismos que fueron criados en ese ambiente, sin saber quiénes eran los padres:

«Ser prostituta es una tortura, supuestamente consentida porque hay dinero. Pero es una tortura permanente, las 24 horas del día, siete días a la semana, embarazada, con el periodo, enferma, de post parto…Es una tortura, día y noche, un día tras otro. Es una tortura el vestirse, el tenerse que arreglar, que bañarse, que sonreír, que ponerse la minifalda, los tacones… Una tortura consentida por dinero”.

La mujer explica que lamentablemente en este tipo de trabajo no suelen proceder las violaciones, ya que afirmó que es un hecho que existen; sin embargo, con dinero de por medio las autoridades no voltean a ver los casos:

«Sí, una violada, por ejemplo, tiene la ruta de atención, y sí, fue un episodio muy doloroso de su vida el haber pasado por una violación. Pero una prostituta pasa por eso diez, quince, hasta veinte veces al día. A mí me toco. Cuando estaba en situación de prostitución en Caquetá, eran veinte veces al día. Yo terminaba con mi vagina así de hinchada, echándome en las noches vaselina o alguna crema refrescante para poder dormir”.

Frente a todo el dolor que vivía afortunadamente conoció a la exalcaldesa de Florida, la capital de Caquetá, Lucrecia Murcia, quien iba a los negocios, a los prostíbulos:

«Trasnochaba tratando de convencernos, de sacarnos de ahí. Nos dio esa primera oportunidad, creyó en nosotras. Y nosotras ese miedo y ese dolor que sentíamos logramos vencerlo y logramos salir. Fuimos cualificándonos y fue a través de la cualificación y del conocimiento de nuestros derechos que logramos salir y convertirnos en la plataforma social que hoy somos en Colombia”.

Beatriz a sus 50 años enfatiza que la prostitución no es un trabajo, y que la sociedad debe abrir los ojos ante lo que ocurre:

«No es un trabajo, y hay que seguir diciéndolo y gritándolo. Hay que sacar de nuestro vocabulario y sobre todo de nuestras cabezas que la prostitución sea un trabajo. Y no, no se puede regular. ¿Cómo se va a regular, pregunto yo, cuantas veces me penetran por el culo, cuántas por la vagina, cuántas mamadas tengo que hacer, cuántos castigos tengo que soportar? No, eso no es un trabajo, y no se puede regular. La prostitución es un delito contra la humanidad, contra las mujeres que la sufrimos”.

Lo más sorprendente de todo lo que sufrió, es que actualmente mantiene a su mamá, a quien nunca le guardó rencor:

«Creo que nunca la culpé. Ella creyó que estaba haciendo lo mejor para mí, que me estaba enseñando un oficio. Ella fue criada en una cultura patriarcal, y consideró que lo que hizo era lo que tenía que hacer. Nunca la culpé, de hecho, hoy ella vive conmigo y yo la sostengo económicamente en su vejez. No, nunca la culpé”.

Finalmente, expresó que a pesar de que vive estigmatizada por su pasado, sus hijos han sido uno de los principales soportes, pues todos son profesionistas y le brindan un amor infinito.

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