¡Ma’ chavos! Pues que les cuento, el otro día salí de fiesta con la bola de ‘wilas’ de mis amigas, que les picó la hormona de la calentura, pero de esa que nomás entibia la mecha, y andaban en busca de macho bronceado, luchón así tipo trabajador hotelero, aunque sea de esos que construyen hoteles.
El caso es que con el maquillaje estilo Kardashian, vestido de licra ‘tuneame’ la panza y zapato de bailarina de Pole dance, llegamos a un bar del centro, ya saben uno ni tan jodido pero con variedad de menú (ya saben a qué me refiero, pillines). Aquellas hijas de la tierra que las vio nacer de volada pescaron carne para bajar los niveles de estrés con un poco de baile reguetonero y besos con finta de encanto; mientras yo estaba concentrada en acabarme mi bebida de promoción ‘solo para mujeres’.
Hasta que después de un rato de solo estar viendo cómo los intercambios de saliva se ponían más intensos, pues ya me dieron ganas de entrarle al cotorreo, y fue ahí que me di ánimos para levantarme de la mesa, sacar mis mejores pasos y encontrar al hombre de mis sueños, bueno no, la neta no era para tanto.
El caso es que con mi mejor mirada matadora recorrí el lugar, analice a la mejor víctima y fui tras él; un hombre que se veía igual que yo, perdido entre las parejas que se atascaban y amigos que nomás iban a ponerse hasta sus manitas de pedernales. Y sin mucho esfuerzo, cayó en mis redes.
Así como lo indica el ritual no oficial de coqueteo, primero nos presentamos, bailamos, platicamos un poco para disimular el desinterés hasta que llegó el momento, ¡nervios!, el arrimón, él también andaba animado, lo pude sentir rebien con el bulto que nació entre sus piernas.
Ya con el calentón, el beso miedoso que poco a poco se puso más bravo y que hasta tuvo apretón de nalga. OMG. ¡Qué atrevido! Pero que rico.
De repente, me di cuenta de que algo no andaba muy bien, pues al momento de que mi lengua tuvo un intercambio con la suya y recorrí su interior algo no me cuadraba, pero no le puse mucha importancia igual y fue por las copas de alcohol adulterado que me tome un poco antes. Fue en el segundo encuentro, cuando lo vi de cerquita, que caí en cuenta, tenía la sonrisa pausada. Le faltaban los dientes de adelante. ¡Que oso, wee!
Muy para mis adentros me dije: ‘pues ya que estamos aquí, hay que probar nuevas cosas, inguesú’, y que le sigo dando muestras de mi amorsh al chavo que desde ahora llamaré ‘Sindi’.
Un par de horas después y con más tragos en mi torrente sanguíneo, ‘Sindi’ ya me parecía guapetón, con sonrisa coqueta y con buen aspecto para tal vez verlo otro día; fue ahí cuando mis amigas se dieron cuenta del ‘cuerísimo’ que andaba conquistando que decidieron dejar a media asta el calentón que traían con sus respectivos y casi de los pelos de arriba me sacaron del antrillo.
Así me fui dejando a ese hombre de mirada de cazador y sonrisa, aunque fuera en intervalos, con ganas de tener su noche de suerte y comerse estas Cositas.