Redacción/De Peso
CAMPECHE.- ¡Nada es lo que parece! Esta es la enseñanza que dejó la historia espeluznante que ‘Don Argel Zamudio’ compartió con De Peso y que puso los pelos de punta a más de uno, encomiéndate a tu santo favorito y échate la historia completita.
Hace muchos años existía, en lo que hoy es el centro de Campeche, una calle angosta conocida como el “Callejón de diablo”, la tenebrosa vía, empezaba en el poblado de “San Martín» y salía en la “Zanja”, un pasadizo oscuro con árboles frondosos a su alrededor y que atravesaba por una casa lujosa en la que vivía un hombre con malformaciones.
Este hombre aprovechando que la gente tenía miedo de pasar de noche, asustaba a los que se atrevían a cruzar haciéndose pasar por el diablo encendiendo cartuchos de azufre. Tras el intenso olor, las personas evitaban pasar por ese camino y quienes lo hacía, era de manera apresurada.
Una noche uno de aquellos hombres temerarios, regresaba a su casa luego de una reunión nocturna con sus amigos. Se metió al Callejón y cuando estaba a medio camino vio a alguien que se recargaba a un árbol, se asustó, se aguantó y empuño las manos por si las dudas, cuando estaba a unos metros del ente, este soltó a una risa diabólica, se iluminó la escena y vio a un ser horrendo frente a él. El tipo sintió que se hundía la tierra y su instinto lo hizo correr hasta su casa.
La noticia de que en ese callejón se aparecía el demonio se apoderó de la población, si normalmente casi nadie caminaba por ahí, al decir que Lucifer se estableció en ese lugar, ya nadie usaba ese camino de noche.
La población aconsejó que para que el demonio no comenzara a incursionar sobre la comunidad, se debía colocar una ofrenda al pie del árbol donde se recargaba el diablo, de preferencias monedas de oro y joyas. Así lo hicieron y los supersticiosos que dejaban en las mañanas sus regalos a Satán se dieron cuenta que al día siguiente no había nada y que el diablo estaba contento con los obsequios que el pueblo le brindaba.
Este misterio, lo escucharon dos pescadores que ya habían visto poseídos por entes malignos a marinos en sus viajes y sin temor decidieron acudir a investigar el tema, ya que como hijos de Dios, no podían permitir esta sinvergüenzada de una ‘rata de dos patas’ disfrazada de diablo.
A media noche vio que dos figuras entraron al callejón, como era costumbre el presunto diablo esperaba tranquilamente en su árbol para infundir miedo al desprevenido caminante que se arriesgase a entrar en aquel lugar dominio del infierno.
Ya estaba el ente de las tinieblas preparado para encender su cartucho de azufre, para mostrarse con una antorcha, cuando este ser, vio salir una figura peluda con cuernos y cola larga, un auténtico Satanás detrás de él, éste no se reponía del asombro cuando sintió que el fuego quemaba sus ‘nachas’. Uno de los pescadores se había disfrazado y le había pegado una leña al rojo vivo. Preso de terror grito; “Jesús, el demonio quiere llevarme”, gritando, corriendo emprendió la huida.
A la noche siguiente los pescadores montaron guardia hasta el amanecer, el supuesto Satán no apareció, luego se corrió la noticia de que un prominente señorón del lugar se debatía ente la vida y la muerte, debido a unas llagas que se manifestaron en sus glúteos por quemaduras profundas.
Cuando el hombre sano, según las personas se arrepintió y donó a una institución para pobres, monedas de oro y joyas, que a muchos les parecieron familiares, algunos creyeron reconocer algunos objetos que se le dieron al demonio junto al árbol.