En la memoria colectiva hay crímenes que permanecen marcados para siempre, ya sea por la forma, lugar o las personas involucradas el día que ocurren; tal y como sucedió el martes 9 de julio de 2013. Una historia más almacenada en los «archivos De Peso».
Hace nueve años sucedió uno de los crímenes más horrendos motivado por los celos y la ira de ver finalizado trece años de matrimonio, cuando Ana «N» durante la noche le confesó a su esposo que ya no lo quería y le pidió que se fuera de la casa.
Eran aproximadamente las 21:00 horas del lunes 9 de julio, cuando Ana sentó a sus hijos de trece, once y ocho de edad, en la mesa, para confesar que era la última noche que su papá dormía en la casa, debido a que tomó la decisión de divorciarse de él, todo esto frente Jesús Antonio.
Esa noche la pareja tuvo una fuerte discusión en su domicilio de la Región 101, manzana 85, pero aun así decidieron compartir la cama por última vez. Esto resultó fatal para la madre que en la primeras horas del martes fue asesinada a martillazos por el hombre con el que procreó tres hijos y vivió trece años de su vida.
Terrorífica confesión
Al ser detenido Juesús Antonio dijo a los policías de la extinta Policía Judicial que se levantó a las cinco de la mañana, como de costumbre fue al baño y al regresar se hincó en el borde la cama y le dijo a Ana Laura:
«Porque me hiciste eso, porque me dijiste eso anoche«, a lo que la ahora occisa simplemente le respondió «el amor se acabó».
El insistió y le dijo que si quería olvidarían todo para seguir con su matrimonio, pero la mujer fue tajante al responder «no ya no» seguido de un largo silencio.
El hombre salió del cuarto y vio un martillo, lleno de ira lo levantó y regresó a la recamara para golpear brutalmente en la cabeza a su aún esposa.
“Vi cómo comenzó a salir sangre de su cabeza después coloqué el martillo dentro de una caja que está por el pasillo lateral de la casa”.
“Entré al cuarto y en el hamaquero colgué la soga que había cortado en el patio con la intención de colgarme, pero como sabía que había pintura en un bote que estaba abajo del lavadero, tomé el bote y entré al cuarto, abrí el bote de pintura de color rojo, al llegar a la pared del fondo escribí con una brocha y letras grandes un mensaje en la pared».
“Después fui a donde había colgado la soga y me la amarré al cuello y me dejé caer, pero después de tres segundos la soga se rompió”, dijo en su declaración el feminicida de la Región 101, quien aún purga condena en el penal de Quintana Roo.
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