Noche de dos por uno; más diversión para mi

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Como todas las noches, salí a un bar sin esperanza de tener una noche de suerte, pero lo que encontré me cambió los ánimos al doble.

Antes de contarles lo que me pasó, me quiero disculpar con ustedes por mi ausencia de la semana pasada, pero es que terminé tan destrozada que no que quedó fuerza ni para mover un dedo, por el tremendo trajín que disfrute durante la noche.

Todo empezó con una salida casual, al bar que frecuentamos después del trabajo para tomar una chela y descansar relajado; pues ese día salí con mis amigas en plan desmadre, nada de ligue, tomamos una y chismeamos, lo de siempre; llegó la segunda tanda y más confesiones de con qué vato habíamos salido, como lo cog…mos y qué tan bueno tenía el paquete.

Estamos en esas, cuando llegaron los compañeros de trabajo de una de esas ‘wilas’, quienes viendo que había carne de buena calidad se acercaron a nosotras y se quedaron en nuestra mesa para conocernos y, claro, con la intensión de ver quién pescaba. Yo hablaba con un chavo normal, ósea, no tenía ningún encanto en particular y ya viéndolo de noche, tomada y siempre ganosa, pues lo considere para un revolcón.

La noche pasó rápido entre tragos, chismes y chistes, hasta que llegó la hora de partir, por que cerraron el bar, así que nos fuimos a la casa de uno de ellos, donde seguimos tomando y bailando, ya que nos agarramos confianza. Fue en uno de esos bailes que este chico me tomó por la cintura, me acercó a su cuerpo y comenzamos a besarnos; ahí olvidé que había más gente a mi alrededor.

El alcohol hizo que me prendiera más y ya no nos despegamos, así fuimos caminando hacia una recámara. ¡Oh sorpresa! En la cama ya estaba durmiendo uno de los compañeros de mi amiga, pero no fue impedimento para que mi chico me tomara con más fuerza para recostarme en la cama y acomodarse sobre mi, sin dejar de besarme y tocarme, bajando sus manos para subirme el vestirlo hasta quitármelo sobre los hombros.

Ahí estaba, con un sujeto dormido a mi lado y otro bien prendido ya listo para la acción; lo ayude a quitarse la camisa y el pantalón, mientras él aventaba sus zapatos y (gracias por eso) las calcetas; después me liberó del ‘bra’ y comenzó a besarme y chupar consumido por la ansiedad de probarme. Con ese mismo ritmo fue bajando hasta el ombligo y más allá haciendo eso que me gusta más que otra cosa. ¡Eso si fue destreza con la lengua!

Con la calentura al mil, agarré con fuerza al sujeto que estaba dormido a mi lado y de la emoción le planté un besote que abrió los ojos sorprendido y muy confundido, pero al darse cuenta de la situación no se puso roñoso y poco a poco también comenzó a emocionarse. Lo noté por el bulto que comenzó a crecer debajo de su pantalón.

Ni tardo ni perezoso, el nuevo integrante de este encuentro se quitó la ropa y ayudó a su compañero de jale a atender las zonas de mi cuerpo olvidadas. Fue como un masaje a cuatro manos, no sabía en qué lugar sentía más cosquillas y electricidad. Ese primer orgasmo fue memorable.

El resto de la noche la pasamos intercambiando poses, recorrimos todo el cuarto entre jadeos, gritos y orgasmos. Creo que en algún momento tuvimos espectadores, pero solo fue para animar al resto de la fiesta a hacer lo propio, y en algún momento la casa estuvo envuelta por el olor a pecado.

 

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