Solidaridad, más fuerte que la tragedia -Crónica- (Galería y videos)

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Redacción / De Peso

CIUDAD DE MÉXICO, Méx.- Parecieran hormigas sobre una hogaza en el suelo; suben en hileras y husmean por entre los huecos.  Pero no son esos pequeños insectos ni lo que escalan es pan: son los centenares de voluntarios que buscan en los escombros de edificios a gente que haya podido quedar atrapada.

Las primeras brigadas de ayuda empezaron a llegar el martes a las 2:00 de la tarde, pero para la noche eran centenares de personas quienes se acercaban para asistir en las labores encabezadas por miembros del Ejército, de la Marina, Policía, cuadrillas de Protección Civil y de la delegación Benito Juárez.

Siempre con la misma pregunta: “¿en qué puedo ayudar?”; algunos son vecinos de la Portales, unos más de otras colonias que se enteraron por Twitter de la tragedia.

Las botellas de agua empezaban a llegar a los alrededores del derrumbe, señoras con sándwiches los ofrecían a rostros polvorientos que ocultaban el desasosiego.

Como hormigas, los elementos del Ejército peinan los escombros ayudados de cuatro perros, también han traído un radar para buscar señales de calor debajo del metal, el concreto, mientras que los voluntarios esperan a las orillas las órdenes a seguir por parte de los encargados.

Las manos se multiplican, “han detectado a dos personas”; el paso se acelera, unos cargan botes para sacar los restos del edificio, otros pican piedra para tratar de llegar a los sobrevivientes, mientras hileras llevan de mano en mano las rocas que alguna vez dieron forma a las paredes de un hogar hasta las tolvas.

El ruido de las máquinas se pierde entre los gritos que dan órdenes, pero de pronto un silbato da pie al silencio y a centenares de puños arriba que ordenan a las personas callar: al parecer han encontrado algo.

Ese mutismo refleja la esperanza de hallar a alguien con vida, solo se oye la voz  del socorrista “¿hay alguien ahí… puedes oírme?”, pero debajo de los escombros no hay respuesta, ni una leve señal; es una falsa alarma y de nuevo cada quien a su labor, a sacar cascajo, al reparto de alimentos, de nuevo a la esperanza.

Los rostros de los voluntarios se han hecho ceniza y sus ojos vidriosos, algunos empiezan a notar callos en sus manos por no usar guantes; también hay quienes suman algunos raspones o han perdido sus lentes entre los botes, pero el ímpetu y la solidaridad no disminuyen.

Han pasado horas, el reloj apunta las 6:00 de la mañana, pero los brigadistas tienen buenas noticias: han detectado a dos de las siete personas atrapadas; el ánimo crece entre las personas, no importa el cansancio, ni el desvelo, en su cara se nota la alegría y piedra a piedra buscan salvar esas vidas.

Entonces regresan los perros, se oye el rugir de los motomartillos golpeando el concreto al mismo tiempo que se empieza a ir el trinar de los pájaros que anuncian el alba, empieza a clarear y tomar ese color que avisa que ha acabado la noche.

Mientras señoras aún en bata de dormir reparten café, se oye de nuevo un silbato, de nuevo los puños al cielo y la mirada de las personas apuntan a la cima de los escombros y se escucha una anónima voz: “Germina Romero, busquen a familiares de Germina Romero”, está viva.

La gente entra en júbilo, se propaga un mar de aplausos al aire, los voluntarios sonríen, ya abren paso a la camilla y paramédicos, es la primera y está con vida, se mezcla la alegría con el cansancio, pero saben que aún es temprano para celebrar, ya que aún faltan seis, por lo que poco a poco, como hormigas, vuelven a los escombros.

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