Vidas Ejemplares: La doble vida de un asesino serial

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Rollo: José Luis Durán King/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- Después de ser detenido el 23 de junio de 2012, el ex policía ruso Mikhail Popkov confesó el asesinato de 29 mujeres. Explicó que deseaba “limpiar” la ciudad siberiana Angarsk de “prostitutas” y “mujeres inmorales”.

No comprendía por qué las trabajadoras sexuales abandonaban a sus hijos y esposos para irse de fiesta “como si fuera el último día en la Tierra”.

Esa necesidad de meter al orden a las sexoservidoras se expresó de forma espontánea, la primera vez que asesinó.

Encontró a una mujer con unos tragos encima, que solo había salido a divertirse. Pero Popkov vio en esa “prostituta” el rostro de su madre, una alcohólica violenta que lo golpeaba cuando estaba ebria.

De 1992 a 2010, Mikhail Popkov, El Hombre Lobo de Angarsk, acabó con la vida no de 29 mujeres, como confesó al principio; tampoco fueron 50, como tiempo después señaló. Fueron 82, la mayoría de ellas prostitutas.

Hubo excepciones, como la de Elena Dorogova, quien tenía prisa por llegar a la estación del tren a encontrarse con su madre.

Por esa razón accedió a subirse a la patrulla del uniformado, ignorante de que el hombre era un brutal asesino serial que mataba con hacha, puñal o desarmador, necrófilo y que canibalizó a algunas de sus víctimas.

Cuando la policía preguntó por qué mató a Elena Dorogova. Popkov simplemente respondió: “Porque tuve la oportunidad”. Mikhail Popkov llevaba casado muchos años. Lo estaba incluso antes de comenzar su saga de homicidios. Su esposa e hija nunca se dieron cuenta con quién compartían el pan y la sal.

El criminal condujo con éxito y por largo tiempo una doble vida. Separó su “vida familiar ordinaria” de “su otra existencia”. “En una vida -indicó Popkov- yo era una persona ordinaria. Estaba al servicio de la policía, tenía un historial positivo en mi trabajo. Tenía una familia. Mi esposa y mi hija me consideraban un buen marido y un buen padre”.

¿Cuál era el lado B de Popkov?

“En mi otra vida –añadió- yo asesinaba. Lo oculté cuidadosamente de todo el mundo, pues yo sabía que era un acto criminal. Mi esposa e hija nunca sospecharon”.

Con esa discreción, Popkov impuso un reinado de terror de 18 años en la región de Irkutsk.

El Hombre Lobo de Angarsk seleccionaba meticulosamente a las víctimas que atacaría. Eran mujeres que caminaban solas de noche por las calles “sin algún propósito”, “comportándose erróneamente”, que no mostraban miedo de conversar con alguien. Popkov las invitaba a subir al carro (patrulla); eran mujeres dispuestas a beber “y a tener relaciones sexuales conmigo”.

En una ocasión apuñaló a dos mujeres, a las que abandonó en un área remota. Sin embargo, Popkov se dio cuenta que no traía consigo su credencial de policía. Pensó que se le había caído en el lugar del crimen. Era necesario recuperar ese documento oficial, de lo contrario sus compañeros policías se darían cuenta de que era un asesino serial. Popkov regresó por su identificación solo para darse cuenta que una de las víctimas aún respiraba.

“Yo estaba impresionado porque ella seguía viva. La maté finalmente con una pala”. Sus compañeros policías por muchos años cerraron los ojos a la posibilidad de que El Hombre Lobo de Angarsk fuera un policía. Preferían pensar que se enfrentaban a un chofer de tractocamión, a un vagabundo, a un ciudadano cualquiera.

Para la policía rusa era inconcebible que uno de sus elementos atacara con tanta brutalidad, que mutilara mujeres, que las violara incluso después de muertas.

Popkov disipó cualquier duda: era capaz de decapitar mujeres, de mutilarlas y extraerles el corazón para comerlo en algún momento de la semana. Correo: [email protected]; www.twitter.com/compalobo

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