Pecho a Pechito: El potencial atractivo de la izquierda

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El Boffas/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- El Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Yucatán no escapa de las luchas internas, característico de sus militantes, aunque en otras entidades la batalla sea totalmente encarnizada. Algunos le llaman el “ADN” que genéticamente proviene del partido tricolor, del cual surgieron varios de los integrantes actuales del Sol Azteca. No es vergüenza, simplemente es descendencia.

A diferencia de la Ciudad de México (ex Distrito Federal), donde hace años gobierno el PRD y tiene su base de poder sufragante en el ámbito nacional, en Yucatán el pleito siempre se ha concentrado en los bandos de dos personajes: Erick Villanueva Mukul, dos veces diputado federal y uno de los conocidos representantes de la llamada izquierda en la entidad, y Eduardo Sobrino Sierra, a quienes algunos consideran el “líder moral” de dicha agrupación en tierras del Mayab.

Al paso de los años, los vaivenes electorales dejaron huella. El equipo que formó Villanueva Mukul y que, entre otros, integraba con Pablo Duarte Sánchez, se disolvió por pugnas irreconciliables y de ser casi una “hermandad” pasó a ser una desbandada. Villanueva Mukul (a) “La Boa” no perdió gran cosa más que presencia en Yucatán, pero, a cambio, obtuvo muy buenas posiciones en la dirigencia nacional perredista, sobre todo al calor de Jesús Ortega, muy conocido por conformar el grupo de “Los Chuchos”.

“Huayo” Sobrino, a cambio, se dedicó a consolidar su fuerza en el PRD local y hasta colocó a diputados y dirigentes. Basta recordar a Noemí Avilés Marín (a) “Mimosa” y a Néstor Santín Velázquez, quien anteriormente se encargaba de administrar los negocios que emprendía Lalito y que, por lo general, iban del tingo al tango. Algunas veces le tocaba administrar la abundancia, y en otras, la pobreza. Pero como dirían por allí: “el dinero va y viene”.

Posteriormente, al paso de las disputas internas, surgieron las otras “tribus” que, por supuesto, en lugar de conciliar intereses, pues provocaron más rupturas.

En la actualidad es lo evidente. La dirigencia estatal perredista está a cargo de Alejandro Cuevas Mena, ex diputado estatal y federal, con una buena porción de militantes como Eduardo Sobrino y Bayardo “El Gallardo” Ojeda, mientas que por otro lado “disidente” figuran el legislador local, David Barrera Zavala y el regidor del ayuntamiento de Mérida, Tonatiuh Villanueva Caltempa, cada uno en sus respectiva corriente ideológica de izquierda, o “tribu” (que no es lo mismo pero es igual).

Pero, independientemente de la historia perredista en Yucatán, el llamado Sol Azteca tiene que empezar a lidiar con los comicios que se avecinan en julio de 2018 y para ello hay dos posturas totalmente contradictorias: la de la dirigencia que preside Cuevas Mena, la cual rechaza conformar equis frente o alianza opositora con Acción Nacional para “botar” al PRI del Gobierno estatal, pero que está a la expectativa de lo que se acuerde a nivel nacional. O sea, habría probabilidades de que avale un Frente Amplio Opositor para la Presidencia de la República, pero a nivel local no haría lo mismo. Al parecer, sí estaría avalada dicha estrategia.

El bando contrario todavía no tiene una postura concreta acerca de ese famoso Frente Amplio Opositor, ni estatal ni nacional. Cuevas Mena lo acusa de estar siendo impulsado por “manos panistas” para preparar su estrategia de campaña gubernamental, en caso, claro está, que el joven Mauricio Vila sea el ungido para disputar la máxima silla política de Yucatán para 2018. En otras palabras, canalizar los votos que los disidentes de la dirigencia oficial del PRD puedan aportarle. Dicen que dicen por allí que el operador de esta situación es Roger Torres Peniche, ex priísta y un “mago de la alquimia electoral”.

Pero hay un aspecto fundamental que no puede perderse de vista y son los numeritos que modestamente acumula el PRD en sus más recientes elecciones y que, al final, no son del nada despreciables para conseguir alianzas, frentes opositores o lo que Dios les dé a entender. Veamos:

Por ejemplo, en 2007, durante los comicios gubernamentales que ganó la priísta Ivonne Ortega Pacheco, el Sol Azteca pudo arañar 22 mil 496 votos. ¿Pocos? Quizá. Pero no hay que olvidar que en esa contienda se conformó el frente Todos Somos Yucatán que encabezó la ex panista Ana Rosa Payán Cervera y que obtuvo 27 mil 126 sufragios. Sin dicho ente, el Sol Azteca hubiera captado el doble de papeletas. En 2010, elecciones intermedias, el PRD sólo ganó 2 mil 419 votos para la alcaldía de Mérida. Hasta el Partido del Trabajo lo superó con 3 mil 171 depósitos en las urnas.

No obstante, en las elecciones gubernamentales de 2012, el perredismo registró 40 mil 950 votos. Muy aceptables y, sobre todo, negociables. En las intermedias de 2015, Carlos Carvajal como abanderado a la alcaldía sólo captó 3 mil 240 votos. Se demuestra que la fuerza del Sol Azteca está en los 105 municipios rurales y no en Mérida. De allí, la razón fundamental del pleito interno actual de los perredistas. ¿Acaso un potencial de 40 mil sufragios, con o sin rupturas internas, no son atractivos? Ah, sin faltar los mini-votos que los partidos satélites como el PT y Movimiento Ciudadano sumen a su “papacito”, o sea, el PRD.

Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para ver el desenlace final de esta pequeña novela izquierdista, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

 

 

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