Enigmas: Raymunda, la bruja más temida de la región

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Las ruinas de lo que fue la casa de la hechicera está en el monte y afirman que aún ven su espíritu allí.

Jorge Moreno/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- En días pasados recibí el correo electrónico de la señora Rosario Beltrán, de la ciudad de Mérida, quien me sugirió que hablemos sobre los hechiceros yucatecos antiguos, los cuales eran los “mejores” y hacían grandes trabajos, y de paso me preguntó si había algún brujo en especial que haya sido considerado como el mejor de todos.

Por este motivo, hoy hablaremos de una hechicera que a juicio de mucha gente antigua fue considerada como la más efectiva y al mismo tiempo temeraria, se trata de la bruja conocida como “Monia”, cuyo nombre real era Raymunda Orestes Balam.

Fue hace aproximadamente nueve años cuando escuché por primera vez la historia de esta hechiera, quien era nativa de Maxcanú (su padre era de Catemaco, Veracruz), y que era famosa porque era la única bruja que había derrotado al mismísimo maligno o demonio. Era muy astuta y poderosa, respetada por toda la comunidad de la región y referente para todos los hechiceros del Camino Real e incluso de lugares alejados como Loltún, Akil, Chetumal, etc.

La leyenda cuenta que esta bruja era muy ambiciosa, pero su ambición no tenía nada que ver con lo material, es decir, no anhelaba hacerse rica, tener tierras, servidumbre o el amor de determinada persona, su ambición iba más allá.

Lo que ella buscaba era tener el poder suficiente para derrotar a cualquier otro hechicero e incluso al mismísimo Kakas bal y al demonio. Por esta razón algunos brujos preferían ya no frecuentarla, pues temían que ella, al retar al maligno, éste se molestara hasta con ellos y se vengara, ya que por muy poderoso que fuera un brujo, con el maligno no se juega y se le respeta, pues de allí viene la esencia del poder del que son dotados.

Monia muy pronto logró convertirse en la mejor hechicera de toda la región y su siguiente meta era ser la “reina del infierno”; para ello ya no se dedicaba a hacer trabajos de hechicería a la población que acudía a requerirla; prefirió internarse en el monte y vivir aislada en una casita de paja seis kilómetros monte adentro en Maxcanú para fraguar un plan que pondría a funcionar lo más pronto posible.

En uno de sus múltiples trabajos invocó al demonio y le pidió que lo ayudara a eliminar a un enemigo de un “cliente”. El maligno le dijo que llevara a la víctima a un pozo cercano y él mismo entraría con él para darle un gran susto antes de morir.

Cuando llegó al pozo, el demonio tomó forma de un Huaychivo, lo empujó y se metió con él; pero con lo que no contaba era que de inmediato Monia arrojó al pozo unos brebajes poderosos que retardaban por varias horas la conversión del demonio, lo que lo hacía débil y de inmediato cerró el pozo con una tapa de piedra labrada con un signo “ashti” que quedó al interior, el cual debilitaba aún más al demonio cuando éste se acercaba para tratar de huir.

El debilitado demonio hizo todo lo posible para tratar de salir del pozo, pero no contaba con que su fornida víctima también trataba de salir y se colgaba de sus pies cada que intentaba escalar por las paredes.

Monia realizó un par de embrujos y conjuros más con el fin de asegurarse de que el demonio no pudiera salir de ese pozo; estaba contenta: había derrotado al maligno, o al menos había ganado una batalla…

Dicen que la casa abandonada de la difunta hechicera Monia, ubicada seis kilómetros monte adentro, es la más embrujada de todas y que ahí se reúnen los espíritus de las hechiceras de la sierra baja de Yucatán y Campeche.

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