Enigmas: la tumba del “adorador del diablo”

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Jorge Moreno/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- Hace aproximadamente treinta años, falleció un señor en la ciudad de Umán que tenía una “peculiaridad”: era adorador del “demonio”, al grado que incluso en su domicilio tenía un altar en donde ponía sirios negros y hacía oraciones.

Sin embargo más allá de los estereotipos tradicionales, no estaba lleno de tatuajes, ni vestía de negro o usaba dijes o aretes sobresalientes; a simple vista era una persona como cualquier otra e incluso se llevaba bien con sus vecinos, pues tampoco era violento, problemático ni nada que se le pareciera.

Tras su muerte (le dio cáncer en el estómago), lo velaron de forma tradicional y lo enterraron en el cementerio de esa población, sin embargo el “problema” vino a los pocos días, cuando su hermano (a petición del difunto horas antes de morir), llevó una imagen de “Satán” para colocar encima de la tumba, cosa que no fue bien vista por la gente que acudía a ese camposanto.

En al menos cuatro ocasiones rompieron y grafitearon esa imagen hasta que el prudente hermano optó por quitarlo para que así no se generara más polémica, pues incluso la gente empezó a rumorar que el tener esa imagen allí podría atraer a las “fuerzas oscuras”

Según se cuenta, un par de años después enterraron a otra persona que adoraba al demonio y se le prohibió a la familia hacer un ritual dentro del cementerio y tampoco les permitieron poner algunas esculturas conforme a sus creencias.

Y aunque esas personas acudieron incluso al Palacio Municipal para exigir que les respeten su libertad de culto, se les explicó que hay ciertas cosas en las que no pueden intervenir, ya que aunque este sitio (el panteón) es propiedad del municipio, por “usos y costumbres” no se pueden poner cosas “del diablo”, a pesar de que los familiares insistieron, ya que de acuerdo con su “religión” el poner esa escultura satánica, serviría para que el alma del difunto pueda descansar en paz.

Cuando me contaron esta historia recordé  un caso parecido, pero al mismo tiempo contrario al caso del “satanista”, es decir, las tumbas que tienen muchas imágenes de ángeles y que también sirven para “limpiar el alma”.

De acuerdo con lo que me han platicado, y que también se ha publicado en libros, se dice que a principios del siglo antepasado se tenía la costumbre de poner cierta cantidad de ángeles en las tumbas de quienes fallecían dependiendo de cómo se hubieran portado en vida.

Si el difunto en vida fue una buena persona no era necesario colocar nada más que la tradicional cruz sobre la tumba, pero si, por ejemplo, había sido considerada una mala persona se le ponían encima una, dos, tres o hasta siete esculturas de ángeles, los cuales serían los encargados de ayudarlo a cruzar al cielo en caso de que tuviera que pagar algunos de sus pecados en el purgatorio.

A mayor cantidad de ángeles se supone que eran mayores los pecados que hubiera tenido en vida, pero no se podía pasar de siete (si no imagínese la tumba de algún mal político de un pueblo, tendría que tener una legión completa de ángeles para ser perdonado).

Durante mi andar por más de 130 cementerios yucatecos he visto tumbas hasta con los siete ángeles, que por lo visto, eran de gente muy pecadora. ¿Si pudiera escoger, cuántos ángeles querría usted en su cripta estimado lector?

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