Enigmas: el milagro del Cristo quemado

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Jorge Moreno/De Peso
MÉRIDA, Yuc.- En días pasados, nos comentó la lectora María Juana Febles Ortiz, de la ciudad de Mérida, que es fiel seguidora del tema paranormal, así como de esta sección, pero que nunca había tenido una vivencia de este tipo; sin embargo, mencionó que de lo que sí había sido testigo es de un milagro.

Según explicó, hace algunos años su hijo tuvo un accidente de tránsito y los doctores no le daban más de tres semanas de vida “y si llega a vivir más, no podrá caminar” le dijeron.

Sin embargo, con la fe por delante, su madre (abuela del moribundo) le dijo que le rezara con toda su fuerza al Cristo de las Ampollas y pidiera no sólo salvar la vida de su hijo, sino que no tuviera secuelas el accidente.

“Por increíble que parezca, en una semana mi hijo empezó a recuperarse, tomó terapias y no sólo salvó su vida, sino que camina de forma normal y no tuvo ninguna secuela. Los doctores que lo trataron quedaron sorprendidos al verlo a los pocos meses, andando como si nada hubiera pasado. Creo que sin duda fue obra de un milagro. Me gustaría que hablaras sobre este santo, pues me apena decirlo pero no sé su origen a pesar de que me encomendé a él”, comentó la señora Febles.

La historia

Y es que muchos de los santos y vírgenes que se veneran en los municipios de Yucatán tienen historias sorprendentes, milagrosas y hasta paranormales; como el caso del Santo Cristo de las Ampollas de la población de Ichmul, la cual pertenece al municipio de Tzucacab.

El Cristo de Ichmul y el Cristo de las Ampollas, aunque son dos Cristos diferentes físicamente, son dos imágenes de igual origen; se cuenta que hace varios siglos, varios indios y labriegos de la comarca de Ichmul vieron arder en el cercano monte un árbol verde y frondoso sin que éste se consumiese.

Fueron testigos de este hecho todos los moradores de la aldea y de todos los demás lugares circunvecinos, designando la voz común al prodigioso cedro con el nombre de “árbol de luz”.

Se acordó entonces cortar el madero, para hacer una imagen de la Purísima Concepción, pero un tiempo después se presentó en el lugar un peregrino, totalmente desconocido, buscando trabajo como artista escultor, del cual se sirvió inmediatamente el Párroco para poner en obra la proyectada efigie, con la diferencia de que ya no fue de la Santa Virgen, sino del Divino Crucificado la que hizo el artista por acuerdo que tuvo con el mismo párroco.

Sin herramienta alguna y en sólo un día, la imagen quedó terminada, el escultor desapareció sin cobrar y todos empezaron a decir que en realidad era un ángel; el Cristo no tenía cruz, entonces, los feligreses lo tomaron, armaron la cruz y lo pusieron a la veneración en el templo del pueblo de Ichmul donde se desarrolló su adoración.

El incendio

Tuvo fama de milagroso a tal grado que convirtieron ese templo parroquial en un santuario, como si fuese de los más antiguos y célebres, y al concurrir devotos peregrinos atraídos de las diferentes regiones de la Península, aconteció que una noche, envuelta en las llamas de un violento incendio, desapareció toda la iglesia.

La poderosa acción del fuego redujo a cenizas todos los altares, retablos y ornamentos, pero la imagen milagrosa del Crucificado permaneció “incombusta” en medio de las llamas, la pálida efigie ennegrecida y cubierta de ampollas, pero completa y perfecta; desde entonces comenzó a dársele el nombre de “Santo Cristo de las Ampollas” tal y como hasta ahora.

Al morir el cura De la Huerta, quien era propietario de la imagen, dejó entre sus pertenencias la sagrada efigie, heredándosela a la Catedral de Mérida, donde al cabo de breve tiempo pasó en el año de 1644, traída del pueblo de Hocabá, lugar donde el cura Juan de la Huerta estaba como párroco.

Desde Mérida, el culto se extendió por todos los rincones del Yucatán colonial, se le dedicó una capilla en la Catedral, se creó su cofradía, y para el siglo XIX, comenzaron a ejecutarse los gremios en su honor, que aún se conservan celebrándose en los meses de septiembre y octubre.

Despedazada

Por cierto, hace 101 años, en el asalto sacrílego a la Catedral, el 24 de septiembre de aquel año 1915, la sagrada imagen fue arrancada de su altar, arrastrada y reducida a pedazos por una turba desenfrenada, sus pedazos fueron llevados a la comandancia militar y no se supo más de ella.

Un creyente de nombre Rafael Quintero, apenas pasada la persecución religiosa, en su primer momento, hizo restaurar la desmantelada Capilla del Cristo y mandó tallarla, y trajo personalmente de Querétaro, la actual imagen del Cristo de las Ampollas que se venera en la Catedral de Mérida.

La imagen del Santo Cristo de Ichmul, que actualmente venera el pueblo yucateco, fue un obsequio dado a la comunidad por el Arzobispo Manuel Castro Ruiz, llevada desde Mérida, en la Semana Santa de 1973 y recorrió todos los municipios del Estado, con motivo del III Sínodo Diocesano en 1992. También presidió la misa del Papa Juan Pablo II en su histórica visita a la capital yucateca en agosto de 1993.

En la cuaresma es dedicada una peregrinación diocesana a su santuario conservado en su humilde pueblo de Ichmul, donde en la actualidad se sigue hablando de los milagros y de aquel árbol de luz que ardió en sus montes, como un suceso que ocurrió hace unos días cuando aquello ocurrió hace más de tres siglos.

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