Con la gente (y la lente): “El Muerto” que te lo ‘entierra’

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Rollo: El Boffas/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- La comunidad maya de Hoctún es, quizá, la más singular de Yucatán: posee un pintoresco y colorido cementerio; al único “muerto” que entierra y vigila a los demás difuntos y, la segunda Torre Latinoamericana en México, después de la construida en el Distrito Federal.

Pero, aparte de la pobreza ancestral de los mayas y de sus comunidades, en Hoctún los pobladores se sienten orgullosos de sus raíces y, por supuesto, de su muy peculiar cementerio que, principalmente, atrae a cientos de visitantes y a los propios lugareños, sobre todo en esta temporada de fieles difuntos.

El cementerio, que actualmente tiene unas 600 tumbas, fue construido en 1866, en su primera fase, y en 1962, se abrió paso a la segunda parte, y se pierde en la memoria desde cuándo las sepulturas y nichos están enmarcados de múltiples colores y toda clase de peculiaridades como “casitas de paja”, donde todavía viven los descendientes de los mayas ancestrales; “milpas” (campos de siembra); “iglesias” y, por supuesto, la edificación que sobresale de todas las demás: la Torre Latinoamericana, en recuerdo de un nativo de Hoctún que, en su juventud, radicó en la Ciudad de México.

El camposanto presenta en esta fecha su mejor cara. Las tumbas lucen renovadas con la pintura, incluso con colores “chillones”, como suelen decir los pobladores.

Durante la caminata entre los reducidos espacios que limitan las tumbas y discretos mausoleos, surge la figura de “El Muerto”, ampliamente conocido en el pueblo por ser el encargado oficial de dicho camposanto. José Raymundo Chan es su nombre, pero para la mayoría de la gente es “El Muerto”.

En efecto, este singular individuo se dedica, junto con un reducido equipo de trabajo y personal, a enterrar y cuidar a los difuntos, pintar las tumbas con los colores que elijan los interesados y hasta construir las pintorescas “obras” que soliciten los familiares de los fallecidos.

“Me ha tocado pintar tumbas y construirles algo distinto como una casa de paja en miniatura, cruces, relojes, hortalizas, y así por el estilo; lo que la gente pida y que materialmente pueda hacerse”, explicó “El Muerto” el más simpático que este reportero ha conocido con varios años de labor en este espacio dedicado a los difuntos.

Sobre el porqué del colorido de las tumbas y nichos, José Raymundo dijo que nadie se lo explica, pero al parecer todo se inició en la década de los sesenta cuando algún familiar quiso sobresaltar el sitio de su pariente muerto. Y así por el estilo. “La gente comenzó a imitar y poner otros colores, parecía competencia; después a otra persona se le ocurrió colocar determinados distintivos en las tumbas, algo diferente”, destacó.

Respecto a la tumba más original del cementerio, que alberga a la Torre Latinoamericana, “El Muerto” informó que se hizo en honor de Rafael Martín Torres, fallecido en 1973 y nativo de Hoctún.

Dijo que Torres viajó de joven al Distrito Federal y allí radicó por años y que, en su momento, formó parte de los trabajadores que edificaron la Torre Latinoamericana, a partir de 1956 y hasta finalizarla en 1972. “Fue su último deseo y se le cumplió”, señaló el sepulturero más famoso de Hoctún y sus alrededores.

 

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