Como si fuera ayer… puentes que se convierten en muros

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Javier Osante Solís, mucha lengua nada más.

Celia V. Franco C./De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- La definición de la palabra puente en arquitectura es: construcción sobre un obstáculo natural o artificial para poder pasar de un lado a otro. Entonces, lo lógico es decir que los puentes deben de servir para conectar, acercar, un puente nos lleva desde una orilla a otra, es un simbolismo de tránsito fluido, llevar y traer. Es por eso que los políticos utilizan la frase “tender puentes” para decir que buscarán la manera de llegar a acuerdos con quienes no piensan igual a ellos.

Pero, ¿qué pasa cuando un puente, en lugar de cumplir con su función, se convierte en un muro? Esa construcción de piedras y polvo, en lugar de facilitar el tránsito se convierte en un obstáculo que no solo cierra caminos, sino que pone en peligro a los ciudadanos que pasan sobre, debajo o cerca de él.

Un ejemplo claro es la obra que lleva ya un año en construcción sobre la carretera Mérida-Motul; no solo se cambió el proyecto original que sí (supuestamente) beneficiaría tanto a estudiantes, vecinos como a guiadores que pasan a diario por ahí, sino que además sería un instrumento de seguridad.

Sino que también sería un instrumento importante para mejorar la economía en la zona pues el entrar y salir a los comercios sería mucho fácil; en esa área hay varias plazas comerciales que todavía no se estrenan precisamente porque los inversionistas no se animan a arriesgarse en un lugar en donde el tráfico de personas en un riesgo.

En cambio, se ha convertido en otro puente que se convirtió en un muro, un sufrimiento interminable que hasta ahora no aporta nada al desarrollo de la zona, por el contrario no hay una sola alma que quiera pasar por ahí. Hace unos días abrieron el paso a un carril, de poniente a oriente, pero todavía no se habilita la parte inferior.

De tal forma que quienes salen del fraccionamiento o del Campus de Humanidades de la UADY tienen que arriesgarse, literal, arrojarse entre los carros y camiones que bajan y como el retorno está unos metros adelantes se exponen a ser arrollados por las naves que traen la inercia de la bajada.

Pero eso no es todo, pues una vez que logran llegar al retorno tienen que enfrentarse a los automóviles que se aproximan sobre la carretera Motul-Mérida, es decir, de oriente a poniente y cuando lo logran (la mayoría de las veces con recordatorios de progenitoras de por medio y aventando lámina) todavía hay que hacer una larga fila antes de llegar al Periférico de la capital yucateca.

Pero ahí no acaba la cosa, ya que el “maravilloso puente” (sí, es sarcasmo) crea un cuello de botella imposible de controlar para los dos policías que están ahí para medio ordenar el tránsito y, por el contrario, lo único que hacen es terminar de complicarlo. Eso sin mencionar que todavía no sabemos de cuánto fue la inversión.

Porque entre las “monadas” de la obra también están pavimentando una calle que el innovador funcionario encargado de ella ha nombrado como una avenida, la cual se encuentra entre el Campus y el supermercado, y que no solo está completamente obscura sino que además tiene una forma muy rara que desconcierta a los conductores.

Creo que es momento de que los ciudadanos tendamos puentes con nuestras autoridades y pidamos explicaciones, sino también de exigir obras bien planeadas que de verdad  aporten al mejoramiento del entorno y que derrumbemos los muros que ellos construyen escudándose detrás, vendiéndolos como las magnas ideas.

Javier Osante (director del INCAY, encargado de la construcción) no dio la cara en todo este tiempo, dejó de responder llamadas y por mucho que en las redes sociales le pedían explicara la obra simplemente prefirió seguir con sus prácticas de tenis y montando a caballo.

Entonces, ¿políticos que tiendan puentes o que construyan muros? ¿Qué es lo que necesitamos?

 

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