Pecho a pechito: Javier, Miroslava y el gremio caído

InicioEspecialesPecho a pechito: Javier, Miroslava y el gremio caído

El Boffas/De Peso
MÉRIDA, Yucatán.- Fue hace 10 u 11 años. La memoria suele vacilar. En equis hotel del entonces Distrito Federal (ahora, pomposamente, Ciudad de México, aunque ello no le quita las contingencias ambientales que sacan el moquillo a chorros), un grupo de reporteros-corresponsales de La Jornada esperaba la pachanga que cada 16 de septiembre se desplegaba para celebrar el aniversario del periódico.

Para hacer tiempo, los entonces reunidos decidimos empezar a “calentar el brazo” –como dice mi estimado colega de Tabasco, René Alberto López- con unas cervecitas y alcoholes.

En alegre cotorreo, empezamos a contar anécdotas y todo tipo de cosas. Lo principal era la camaradería. Y alguien en particular, algo serio, nos dijo: “Miren, batos, el problema del narco en mi estado está del carajo, está bien grueso, es tierra de nadie y los periodistas estamos expuestos a todo, nadie nos echa una mano”. Palabras más, palabras menos.

El 22 de marzo de este año Javier Valdez había presentado su último libro NARCO Periodismo, en Acapulco, Guerrero.
El 22 de marzo de este año Javier Valdez había presentado su último libro NARCO Periodismo, en Acapulco, Guerrero.  

Ese “alguien” era Javier Valdez Cárdenas, franco, honesto y güevudo, con su peculiar tono norteño para hablar.

La plática siguió entre tragos y vaciladas, y antes de irnos a la fiesta oficial, Javier remató: “No se metan en estos temas, en estos casos, si les es posible evitarlos, mejor; no se hagan los valientes, batos, esos cabrones (narcos) no juegan”

De ese escabroso tema fue lo último que platicamos, al menos el que esto escribe y Javier Valdez, masacrado a tiros por narcotraficantes, apenas el lunes pasado en su mera tierra, Culiacán, Sinaloa, bajo el pretexto del robo de su troca. Una real bobería. Los autores materiales del crimen iban por el compañero periodista y cumplieron con su objetivo.

Hoy lunes, Javier, autor de varios libros sobre temas de narcotráfico, entre ellos “Malayerba”, “Los huérfanos del narco”, “Los morros del narco”, “Miss Narco”, y una referencia obligada para consultar en estos casos, cumple una semana de haber sido abatido por las mentes y manos criminales que silenciaron su pluma, lo arrebataron de su familia y dejó, una vez más al descubierto, el estado fallido en el combate al flagelo del crimen organizado y, claro, lo frágil que resulta exterminar a los reporteros que son incómodos para los malandros y también para las mismas autoridades gubernamentales (con sus excepciones) que, dicho sea de paso, parecen regocijarse cuando a un reportero le rompen su mandarina en gajos.

Ni uno ni otro

Ahora bien, ha pasado una semana y nada con el esclarecimiento del crimen de Javier Valdez Cárdenas, pero casi han transcurrido dos meses del asesinato de la corresponsal de La Jornada en Chihuahua, Miroslava Breach Velducea, y tampoco ha sucedido gran cosa. Y también, muchos meses antes, las desapariciones de otros colegas en varios estados como Veracruz, Tamaulipas y Guerrero, sólo por citar los que recuerda mi pobre “cheto”.

Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua, que fue asesinada
Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua, que fue asesinada

Y hablando en primera persona –algo que casi nunca utilizo- no se trata sólo de Javier, quizá el caso más mediático de la última semana porque, definitivamente, Valdez Cárdenas era un sujeto ampliamente conocido en el ambiente periodístico nacional e internacional, pero no se trata de enfocarse sólo al crimen de esta gran persona, no. De así hacerlo, entonces estaremos fuera de la jugada y demostraremos una parcialidad que, prácticamente, rayará en la estupidez.

¿Acaso se les olvida el crimen de Miroslava Breach? ¿No se acuerdan que ella, madre de tres hijos, fue acribillada en el interior de su camioneta ante la mirada incrédula de su vástago más pequeño? Y no se trata exclusivamente de corresponsales jornaleros –en referencia a La Jornada, periódico en el cual su escribidor presta servicios desde hace 25 años-, se trata de todos los colegas muertos, desaparecidos, lastimados, heridos, intimidados por las esferas del poder, así sean del narcotráfico y de los ámbitos ejecutivo, legislativo y judicial, sin faltar las clásicas prepotencias de los agentes del Ministerio Público, de los policías y demás personal que muchas veces se escuda en boberías y sandeces para impedir que la gente de la prensa haga su trabajo. ¿Qué tanto les puede afectar?

La frágil línea informativa

Los casos de Javier y de Miroslava son los botones más recientes que han despertado el morbo mediático, quizá porque La Jornada –donde ellos trabajaban- todavía es un medio impreso importante en la vida informativa de México, pero lo mismo valen las vidas de colegas que también partieron al otro mundo y cuyos medios eran municipales, estatales, por Facebook, Internet, Twitter y demás invenciones de la era tecnológica que, cada vez, hacen que la gente lea menos, en poca cantidad y, por lo general, malos contenidos.

En mi particular punto de vista, Javier Valdez, Miroslava Breach y otros compañeros de profesión que cayeron en garras del crimen organizado, tuvieron los suficientes pantalones y faldas para relatar, en sus notas, crónicas y reportajes, la destrucción de toda una sociedad afectada por el narco y la corrupción, la colusión de muchas autoridades compradas por el crimen organizado, pero también debieron estar conscientes de que ya cruzaban el frágil límite informativo. No me queda la menor duda de que sabían perfectamente que corrían riesgos reales y no ficticios. A pesar de las amenazas, continuaron con su labor. Al final, después de tocar tantos intereses fueron callados, no para siempre, porque su trabajo es conocido y expuesto, pero al menos les marcaron un alto momentáneo.

¿La frágil línea informativa existe? ¡Claro! Javier, Miroslava y los demás lo comprobaron con sus vidas. La cuestión es preguntarse si todos los demás seguirán sus ejemplos o, simplemente, atemorizados, por voluntad propia o derivado de la “generosa ayuda” que puedan recibir, dejará de tocar los temas escabrosos. Será cuestión de cada uno, en efecto, pero siempre hay que mentalizarse en la llamada frágil línea informativa, llegar hasta donde uno pueda llegar y no dejar una estela de lágrimas casi eternas en las familias. Por lo general, nadie más lo agradecerá.

Nunca dudaré que, ahora, los gobiernos de Sinaloa, Chihuahua y de Veracruz, por citar algunos, sienten bocanadas de aire fresco por la ausencia de sus principales críticos. Las autoridades clamarán a los cuatro vientos que los crímenes serán resueltos y que la justicia caerá, como manto divino, sobre los criminales. De entrada, les adelanto que ello jamás sucederá. ¿Motivo? Porque a los gobernantes de esas entidades no les interesa que les descubran sus probables vínculos con el crimen organizado. Para ellos, en referencia a sus detractores de los medios periodísticos: “muerto el perro se acabó la rabia”. Así de simple.

Pero se trata de, precisamente, evitar que las muertes de los compañeros periodistas queden impunes y tampoco es menester de tentar al diablo sin el cuidado posible. Dependerá de cada colega, al menos para los que tienen su visión un tanto más aguda y miran más allá de las áreas secas o copiosas de lluvia de sus entidades, trasladar sus notas informativas hasta donde su prudencia les dicte. No se trata de tener mártires y menos en estas épocas en que el gremio periodístico debe permanecer más unido que nunca (algo que no sucede, particularmente, en Yucatán, por cuestiones de valemadrismo).

Mártires, no

Y muy mal haríamos en volver mártires a Javier Valdez o a Miroslava Breach, citando a este par de jornaleros todavía vivos en espíritu. Con todo respeto, ¿saben qué sucederá en poco tiempo? Que determinadas organizaciones o agrupaciones de activistas “buena onda” y hasta oportunistas, en muchos casos, crearán los premios “Javier Valdez” y “Miroslava Breach” al Mérito Periodístico, o sea, para reporteros que también desafíen a la “cosa nostra”. ¿Eso es lo que queremos para el gremio? ¿Eso es lo que hubieran deseado nuestros dos estimados amigos ya idos? Estoy seguro que no.

El periodismo realizado en aquellas entidades dominadas por el narco y la corrupción galopante bien vale el estribillo de lo que cantaba José Alfredo Jiménez: “la vida no vale nada”. Pero siempre hay vida después del periodismo. No nos engañemos ni tampoco queramos ser mártires. Lo que nuestros extintos colegas, todos, no sólo dos o tres, hubieran recomendado es que sigamos honrando a la profesión en cualquier trinchera y con la justa medida de la cautela y la prudencia. El mismo Javier nos lo dijo hace algunos años. Hay que hacerle caso. De otros pormenores hablaremos en posteriores colaboraciones.

Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para que el olvido y la simpleza de estas muertes nunca nos ganen en el quehacer periodístico diario, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

Fin…

Síguenos en

Síguenos en nuestro canal

- Publicidad -

LO MÁS LEÍDO

salida de auto en Motul

‘Chistecito’ cerca del relleno

Redacción De Peso MOTUL, Yuc.- Luego de salirse de la vía, el conductor o conductora de una camioneta Voyager con placas YZB383A huyó del sitio. El...