Rollo y flashazos: Celia Franco (Enviada)/De Peso
CIUDAD DE MÉXICO.- ¡Mira, ahí están las salsas!, le decía una señora a su esposo mientras se acercaba al stand de una empresa yucateca dedicada a elaborar condimentos picosos a base de chile habanero.
Del otro lado, una familia buscaba un hipil para la princesa de casa que en unos días cumplirá 3 años. Las damas no podían resistirse a los zapatos, en cada puesto se les veía eligiendo el par más adecuado.
Desde las 10 de la mañana, el Palacio de los Deportes, ubicado en la avenida Río Churubusco de la Ciudad de México, abrió sus puertas para iniciar con la Semana de Yucatán en México.
En punto de las 11 de la mañana, el gobernador Rolando Zapata Bello inauguró oficialmente el evento, en el que artesanos de todo Yucatán venden sus productos a precios accesibles; minutos antes llegó su esposa, Sara Blancarte, quien lucía un hipil en color verde con brillos, que llamó la atención de todos los presentes.
Mientras el mandatario estatal realizaba un recorrido por las dos naves, que serán las oficinas de los artesanos hasta el próximo domingo 28, acompañado del secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación federal, Eduardo Calzada Rovirosa, el área de restaurantes se atiborraba de gente que deseaba probar la gran variedad de guisos yucas, cuyo olor inundaba el lugar.
Las marquesitas son indispensables para completar la experiencia. De queso de bola, solas o acompañadas con Nutella, leche condensada o mermelada, hasta la persona más exigente reconoce su encanto y los ex defeños no se quedaron con las ganas, pues hicieron fila para probar una «dorada».
Los políticos no podían faltar y fueron muchos los que se dejaron ver, aunque lo importante fue la gran sonrisa con la que los visitantes recorrían la feria y compraban productos que no son comunes en la Ciudad de México.
Doña Dolores platicaba con una vendedora de ropa bordada a mano. «Es que éstas (mientras le mostraba una guayabera femenina) son bien frescas ahora que hay tanto calor (la temperatura era de 27 grados centígrados).
La vendedora le respondió: «Claro que sí, de donde venimos alcanzamos sensaciones térmicas de hasta 50 grados y las muchachas las usan porque son las prendas que dan menos calor». Doña Dolores no lo pensó más y la compró.
