Editorial de Pablo Gamboa Miner
MÉRIDA, Yucatán.- Con el 1.75% de la población nacional, Yucatán gana en las Olimpiadas Nacionales el 4.32% de las medallas en juego. Es decir, Yucatán gana 2.5 veces más medallas que las que debería ganar por inercia poblacional. Eso habla de una competitividad deportiva yucateca realmente remarcable, una de la que debemos estar orgullosos.
Y sería fácil quedarnos con esa satisfacción en el medallero nacional, pero sería quedarnos cortos sobre lo que ese número verdaderamente refleja y dice sobre nosotros los yucatecos.
No es casualidad que un estado que gana 2.5 veces las medallas deportivas que debería ganar por su tamaño poblacional, sea el estado más seguro del país. Ni remotamente es una casualidad.
El deporte es una de las herramientas por excelencia para generar sana convivencia, interacción comunitaria y reforzar el tejido social. Cuando el gobernador Rolando Zapata ha convertido al deporte en una prioridad estatal, no lo hace por los deportistas únicamente, lo hace por toda la sociedad yucateca y por los beneficios de un estado que convive en las canchas, pistas, gimnasios y albercas, y previene así actitudes violentas y antisociales. Se favorece la convivencia positiva y se inhibe la convivencia negativa.
Desde la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados, yo pienso lo mismo. El deporte no es sólo el deporte de medalleros, partidos transmitidos y atletas de alto rendimiento, esa es la punta de lanza; pero lo que da fuerza a la lanza es convertir al deporte en política comunitaria de alto valor.
En los desafiantes momentos que vive el país, el deporte y la política de fomento deportivo no pueden ser percibidas como algo frívolo o complementario, sino como algo esencial y central para la actividad de las instituciones públicas. ¿Cuántos padres de familia que han visto a sus hijos involucrados en actividades que les quitan el futuro y desintegran a sus familias, hubieran querido tener una política deportiva activa y de cobertura universal que hubiese servido como escudo de prevención? ¿Cuántos?
Precisamente por eso, en Yucatán tenemos una situación ideal para fomentar al deporte como una política esencial de armonía y paz social. El deporte y la práctica social del deporte pueden dar un blindaje profundo y cultural a la seguridad de la que hoy disfrutamos. Sé que el Gobernador Rolando Zapata así lo entiende, y así lo ha demostrado con resultados concretos.
Inversiones estratégicas y de gran magnitud, como la remodelación de la Unidad Deportiva Kukulkán o el Poliforum Zamná no pueden ser percibidas sólo como acciones de deporte, son en realidad acciones de enorme impacto social más allá de los aspectos atléticos. Demuestran una visión integral de los elementos que integran un verdadero contrato social. Hablan del compromiso de este gobierno con la construcción integral de una sociedad sana, segura y competitiva en todos sus aspectos.
Millonaria inversión
Yo creo en esa ruta, por eso he convertido en absoluta prioridad de mi trabajo, la gestión de 50 millones de pesos para la Unidad Deportiva Villa Palmira. Son 50 millones que generarán beneficios en muchos niveles para los ciudadanos. Lo mismo es convertir al Paseo Verde en un centro de convivencia social que tenga como eje al deporte, con canchas de Fut7 o rampas para bicicletas extremas. La idea es que el deporte nos haga más fuertes como sociedad.
Lo reitero, para concluir mi reflexión. No es casualidad que miles de millones de pesos de nuevas inversiones que generan, a su vez, miles de nuevos empleos formales, estén llegando a un estado que es el más seguro del país, y que ese estado sea altamente competitivo en los deportes a nivel nacional. Todo forma parte de una amplia visión sobre lo que es gobernar y construir tejido social.
Así, la próxima vez que veamos al Gobernador patear una pelota, o la próxima vez que yo tenga la oportunidad de hacer entrega de un equipo deportivo, no nos quedemos con la idea de políticas rosas, pensemos en las consecuencias profundas que esa acción tiene en nuestra comunidad. El deporte como política de Estado, una que hace estado.
